viernes, 11 de marzo de 2011

Análisis POLÍTICA, PODER y otra cosa más

ANÁLISIS
En este contexto cabe señalar que la política y el poder como marca insigne del narcotráfico, ha venido desarrollándose en Colombia, como un modelo indetenible, pero que se enmarca por ese sendero, a consecuencia de muchos factores, a los cuales se les causa un daño irreparable. El Estado colombiano, está consciente de ese flagelo, que poco a poco trata de socavar la cúspide del poder, sin importarle a quien se lleve por delante. Tomándose en cuenta la acción desarrollada por el embajador norteamericano Diego Ascencio, alrededor del año 1978, quien después de avizorar la presencia de algunos narcos tratando de socavar el poder político, sentencio que “…los narcotraficantes colombianos son tan fuertes, en términos de poder financiero, que podrían tener su propio partido y pueden ya haber comprado y pagado 10 miembros del cuerpo legislativo”.
Es así como si tomamos en cuenta que las presiones desde la Casa Blanca (1980), se pudieron ajustar sin establecer una objetiva y necesaria corresponsabilidad, comenzándose así, con la firma de tratados como el “Tratado de Asistencia Legal Mutua” entre otros, que activaría los proyectos y planes para la prohibición del uso de drogas, el cual regularía y trataría de tomar el control del tráfico y uso de la misma como vía de comercialización, y distribución. Pero para el año 1984 bajo el gobierno de Reagan se puso de manifiesto y activación absoluta una guerra frontal contra las drogas, así como también con operaciones originadas por la misma, como lo es el lavado de dinero, cosa que se realiza para darle a este un sentido legal, para lo que los carteles aplican métodos como la compra de bienes como: casas, fincas, construcciones, entre otros medios comerciales.
Desde una óptica más cercana o casi exacta, se puede determinar con la aplicación de la lógica, que todo este método comercializador se viene acentuando cada vez más, por lo que se ha podido constatar que es a través del tiempo que, los carteles narcotraficantes se han venido acercando cada vez más al interés del poder político, buscando un solo objetivo, alcanzar el poder del Estado, y así desarrollar una operación que le permita continuar con tan lucrado negocio; es desde alli que hemos podido observar de cómo los órganos estatales se han abocado a mantener una lucha sin cuartel contra los mismo, ya que en algunas investigaciones judiciales se ha logrado identificar a personajes de la vida política colombiana (por ejemplo) con una estrecha relación con éstos grupos delictivos, así como de algunos partidos políticos que han sido financiados por éstos, que en algunos de los casos, se puede decir que cumplen una doble función, como lo es, el poder lavar el dinero obtenido por las ventas ilegales, así como para poder obtener poder dentro del sistema político.
Si bien se puede repasar las páginas de la historia reciente, podemos observar casos de aguda observación, como el casos de políticos destacados que se han convertido en puentes de relación casi directa entre el narcotráfico y el Estado, proyectando así un punto más a favor de la injerencia delictiva en las decisiones de políticas y jurídicas, sin dejar a un lado, la económica.
Pasados los años, se puede decir que la ampliación de estas relaciones antidemocráticas cobijadas entre las sabanas de la tolerancia y de la corrupción moral y ética de cada uno de los poderes que conforman el Estado; tras ese manto del silencio de alcahueterías y consentimiento político, tras la complicidad de algunos personeros, que como se menciona en líneas anteriores, son los causantes de que el Estado sea carcomido y erosionado por este delito, convirtiéndose en amenaza de la sociedad honesta y productiva de la nación.
  Es por ello que, con la lectura realizada a “Política y poder, la marca del narco, se puede evidenciar de manera ligera, que este flagelo es tan dañino para la sociedad, que es capaz de insertarse y adentrarse al poder político, judicial y administrativo del Estado, como un elemento primordial de corrupción y deshonesto proceder, dándole así a la sociedad un matiz inmoral y criminal, ya que de una u otra manera, carcome la conciencia y la personalidad de nuestro futuro humano, impidiendo así, su desarrollo y crecimiento, lo que convertiría al mundo en un paraíso muerto y desolado, lleno de autómatas de la droga y sustancias no aptas para el desarrollo social, humano y mundial.
Pero así mismo, también tenemos que tomar en cuenta, que es el poder del narcotráfico, ese que le vende un mundo de ilusiones y esperanzas a un sociedad que lucha por ser libre y productiva, donde cada uno de los seres que la conforman se destacan dentro de un sistema de desarrollo armonioso; pero éste poder corrupto, sólo trata a través del dinero y de la compra de conciencias un solo objetivo, el poder absoluto de la sociedad, del mundo, donde cada uno de los seres humanos se inserten dentro de sus garras corruptas y dañinas, para alcanzar ese poder anhelado por éstos grupos antisociales; en resumidas, esa manguala pragmática, convivencia con los sectores del poder y su penetración en distintos escenarios sociales, con el billete por delante, les hice ganar simpatía, tanto industriales, comerciantes entre otros, más aún cuando la economía nacional sufre resquebrajamiento entregando así un apoyo absoluto a cambio de un nada ambiguo e imaginario, porque el interés es el alcanzar el dominio absoluto de cada uno de los poderes que conforman la política de Estado de cada país.
En conclusión, la política y el poder, siempre serán atentados al intervencionismo del narco, como un elemento del poder que éste muestra ante una sociedad.

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